Los niños y jóvenes frente a la virtualidad
“Hace quince años, lo digital era un complemento en nuestras
vidas. Ahora es un mundo en sí mismo y la prohibición no puede aplicarse a un
mundo digital. Necesitamos estrategias más amplias”José Ramón
Ubieto
¡La virtualidad es un tema que nos
moviliza a todos!
La tecnología se inserta en nuestro mundo
a una velocidad abismal, y sobre todo en los últimos años, en esta “era
digital”, se ha abierto el mundo de las conexiones virtuales. Sabemos que el
mundo virtual nos trae beneficios y al mismo tiempo preocupaciones sobre los
efectos negativos que pudiera tener el uso del mismo. Y cuando hablamos de
virtualidad no sólo nos referimos a Instagram, tiktok, Snapchat, WhatsApp,
Discord, también nos referimos a los video juegos que están cada vez más a la
mano de los jóvenes. Y lo más interesante es que estos juegos también se
“convierten” en un espacio en comunicación con otros.
Es importante partir desde la idea de que
la virtualidad resulta atractiva para todos. Por un lado, nos pone el mundo en
nuestras manos, no hay espacio para el aburrimiento. Nos permite tener
el control de dónde ponemos el foco de atención. Nos oferta un mundo de posibilidades,
de experiencias, de saberes, todo el tiempo hay algo que hacer, algo que nos
distrae. También nos permite estar conectados con los demás. Los dispositivos
electrónicos son una herramienta que
permite vincularse, y no solo nos remitimos a los contactos que agregamos en
redes sociales o con quienes chateamos, es estar conectados a lo que está pasando
en otras sociedades o a las tendencias actuales, me lleva a ¡ser parte de...!
Dentro de la virtualidad está el acceso a
redes que oferta un reconocimiento social de manera concreta. Los likes,
comentarios, cantidad de seguidores, reposteos, el nivel del juego en el que
estás o las herramientas/skins que ganan, puede dar una cierta idea de
aceptación dentro de cada círculo social. Esto lleva a una constante sensación
de placer porque da una “falsa idea” del valor que tenemos como persona.
¿Qué debemos considerar
si nuestros niños y jóvenes tienen acceso a la virtualidad y al uso de redes?
·
Conocer las políticas de las diferentes
aplicaciones: Dentro de las políticas de Instagram, YouTube, Tiktok,
Discord, etc. la edad mínima para tener una cuenta es de 13 años. Si los
creadores de las plataformas establecen estos parámetros ¿Qué nos lleva a
pensar que los niños están listos para su uso? E incluso cuando un joven
“cumple” con este requisito hay que preguntarse si, con sus propias
características, está listo para lidiar con los posibles conflictos,
malentendidos o riesgos que puedan surgir.
·
Establecer normas claras sobre el uso de
la virtualidad: Estas normas deben incluir tiempos, momentos, niveles
de exposición, etc. Siempre apostamos a que el criterio familiar sea el que prime y
animamos a los padres a poder sostenerlo. Entendemos que esto no siempre es tan
sencillo y en ese sentido conocer las regulaciones que vienen de las mismas
plataformas otorga un elemento adicional para poder dar mayor fuerza a los
argumentos sobre el uso de los dispositivos.
·
Estar al tanto de lo que consumen y ser referentes
cercanos al momento de enfrentar situaciones de riesgo dentro de las redes: Es importante que los
padres conozcan con quién se está vinculando su hijo en la virtualidad, qué
videos está mirando, con qué referentes se va identificando. Hay que estar
advertidos de que lo que consumen tiene un efecto en ellos, que puede ir desde
sensaciones de miedo o angustia, hasta formas de comportarse y modos de
vincularse. Para esto es importante que el uso de virtualidad no se convierta
en una “pelea”, es decir, evitar señalar que es negativo, que es algo “malo” y más
bien escuchar con interés lo que nos cuentan. Así podemos estar al tanto de lo
que van viviendo para guiarlos en caso de que sea necesario.
·
Ayudarlos a ubicar que el modo como nos
comportamos en la vida real es el mismo que debemos trasladar a la virtualidad: Vemos que los niños y
jóvenes en los chats o publicaciones, pueden tener la tendencia a excederse,
tanto en el uso de imágenes “subidas de tono” o utilizando palabras ofensivas o
de contenido sexual. Y usualmente esto no representa el modo de comportarse con
sus amigos de manera presencial, donde se muestran más respetuosos. Por otro
lado, sabemos que hay excesos en molestias que muchas veces se escudan en
anonimatos. Perfiles destinados a “contar chismes” son muy comunes, y en la
actualidad, estas publicaciones se expanden rápidamente y permanecen en el
tiempo. Hay que transmitir que lo que se escribe, se publica o se comparte debe
estar enmarcado en el respeto y siempre pensando en el efecto que puede tener
en los demás.
·
Procurar que no queden sumergidos en mundo
virtual: para
los niños y jóvenes es necesario tener experiencias naturales, donde el cuerpo
esté presente, donde se tengan que enfrentar a situaciones en las que tengan
que maniobrar de distintas maneras. Este es un aprendizaje que la virtualidad
no da, ya que todo es más controlado y no hay espacio para lo imprevisto. En
ese sentido es necesario ofertar actividades que, aunque se sientan un poco
obligados, los ayude a conectar con los otros.
·
El acompañamiento en el uso de la
virtualidad debe variar según la edad: Si bien desde pequeños los
niños van construyendo la noción de intimidad, tenemos que saber que aún no
están listos para que el uso de la tecnología entre en ese campo, necesitan ser
acompañados. Conforme van creciendo es natural que los jóvenes tengan mayor
acceso a la tecnología y de manera más autónoma.
Para finalizar, debemos reconocer que cuando
hablamos de virtualidad la primera reacción es de “susto” o de una sensación
desalentadora, sin embargo, tenemos que pensar que no todo es negativo. Sabemos
que los tiempos cambian, cada día estamos expuestos a un sin número de avances
tecnológicos que son de gran utilidad y ayuda, siempre y cuando lo sepamos usar
acertadamente. No se trata de prohibir su uso, ni pensar que es “malo” para
nuestros niños y jóvenes sino más bien de estar advertidos de las dimensiones
que podrían alcanzar y qué acciones concretas pueden aplicar en cada familia.
Irene Abad – Cristina Barredo
DECE Secundaria
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