Niños inquietos… niños y pantallas

 


Para quienes trabajamos en educación estar a la altura de la época es primordial, pues las infancias y su modo de socializar (entre otras cosas) va cambiando con el tiempo. Implica actualizar la respuesta sobre nuestro rol de adultos que acompañamos la formación de los niños.

Una de las preguntas que más recibimos de los padres es: cómo ayudar a los niños a concentrarse o, al menos, a no estar tan inquietos.

Demos una vuelta a la pregunta: ¿Cómo toleramos los adultos la inquietud de los niños y los tiempos de espera? ¿Les damos un dispositivo para que dejen conversar en la mesa del restaurante?  Durante la fila del supermercado, ¿miramos nosotros los celulares para esperar? ¿fotografiamos cada paso o alegría que tenemos, como si la foto fuese más importante que lo que estamos viviendo?


Un adulto impaciente, resultará en un niño irritable

Es necesario que los adultos nos pongamos al trabajo, que les enseñemos en acto a los niños a tolerar las esperas sin dispositivos, proponiendo una conversación que los incluya o con alguna anécdota que haga del espacio de la espera, un espacio agradable, donde las palabras ganen lugar y el cuerpo se aquiete.

Cuando acompañemos a nuestros hijos a sus actividades, dirijamos la mirada a lo que ellos están haciendo, no a una pantalla, pues si los niños nos miran mirar las pantallas, les darán un valor alto; si nos ven fotografiar/filmar todo, se quedarán más pegado a la imagen.

Entendemos que muchos padres trabajan desde los celulares, pero para los niños es fundamental sentirse acompañados por sus padres. Ir a contracorriente nunca es fácil, pero si no estamos dispuestos a ponernos al trabajo, cotidianamente y con dedicación, nuestros hijos se apegarán a lo que la época propone: desconectarse de lo humano y refugiarse en lo digital.


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